El Cabo de Creus

Artículo publicado el 12/09/2013 por Cecilia Simon

Sociedad

Allí donde los Pirineos se encuentran con la Costa Brava, entre la tierra y el mar, está el Cabo de Creus, uno de los mejores parajes naturales de nuestro país, y del mundo también. Ir andando desde Cadaqués por el Camino Antiguo hasta el Cabo de Creus si hace un buen día es uno de los grandes placeres que nos ofrece la naturaleza y tenerlo al alcance no hace sino aumentarlo para todos aquellos que amamos nuestro territorio más cercano.

Una vez un cadaquesenc orgulloso me dijo que en su casa empezaba la libertad porque uno tenía que llegar hasta allí expresamente. Esta realidad, por muchas curvas que suponga (de aquellas que a los de ciudad, sin Biodramina, nos dejan en un estado catatónico), convierte Cadaqués en un lugar privilegiado y, más todavía, el Cabo de Creus. Me he ido creyendo el cadaquesenc, porque si la libertad comienza con la elección personal y Cadaqués es elección indiscutible, sin duda, la metáfora no hace sino ratificar. Y entiendo que esto algo tendrá que ver con las sensaciones que el azul inmaculado del cielo, el esplendor del agua del mar, la pureza de la roca que pisamos,... nos transmiten durante este paseo y desde el propio Cabo de Creus, una vez tumbados en las rocas, conversando con los amigos –disfrutando de una buena cerveza ahora que el "mediterráneamente" está de moda-, leyendo un buen libro o simplemente relajándonos. Querrías que ese momento no terminara nunca. ¿Cuántas veces hemos pensado, en medio de un viaje, en ir a vivir a otra parte por mucho que luego lo dejemos correr?

Supongo que la tramontana, inseparable de este paisaje para cualquiera que lo haya pisado, también contribuye a ello. La tramontana es un viento frío y turbulento que viene del norte y que una vez instalado en el Cabo de Creus parece que quiera arrancarte con fuerza de la Tierra; el hecho de poder mantener los pies firmes y clavados nos reafirma: estamos vivos, caminamos en la buena dirección -falacia o no, es lo que tienen los "viajes" -. Es la propia tramontana la que ha definido el paisaje del cabo, erosionando sus rocas de forma sistemática y construyendo así formas singulares y caprichosas que también acaban dándonos la razón, en el Cabo de Creus la montaña no engulle al hombre si no que se funde con él en una comunión, esta vez absoluta: la montaña, el mar y el hombre.

Si a todos estos elementos le sumamos el romanticismo que tanto el cine como las artes en general han atribuido a este paisaje a lo largo del tiempo -¡la vieja casa de Dalí está muy cerca!-, no hay duda de que este paseo hasta el Cabo de Creus resulta tan emocionante como imprescindible para cualquier persona con un mínimo de sensibilidad. Y si después de este itinerario, además, concluimos la mañana con un buen arroz en el restaurante del faro la jornada será completamente redonda y al volver a casa, seguro, tendremos un deseo en mente: volver la primavera siguiente. Los delirios de mudanza desafortunadamente suelen ser pasajeros.